Quisiera ser tan pequeño que tus ojos no me vieran,
volar entre tus sueños, siguiendo cuando despiertas.
Parásito invisible que con tu vida viviera,
con tus sentidos sensible, vulnerable a tus vivencias.
Ente nómada en tu cuerpo, habitante sin morada,
recorrerte por entero, dentro y fuera y en tu karma.
Morar dentro de tu mente por tiempo ilimitado,
escapándome suavemente sin haberte molestado.
Meterme en tu corazón haciendo trampas, travieso
duendecillo, en la razón alterar sus sentimientos.
Enredar las conexiones del corazón al cerebro,
acelerar pulsaciones creando sentidos nuevos.
Salir al exterior, deleitarme en tu figura,
microbio a la sazón perdido en tu tesitura.
Entrar en tus ojos verdes de piruéticos torbellinos
y quedarme para siempre atrapado en sus remolinos.
Triste gorgojo en tu sino, en tu vórtice cayera;
y en busca de su destino, enfermo de amor muriera.
Ese ser que altivo fuera, y de orgullosa mirada,
por otra más altanera, interiormente desangra.
Su soberbia ha caído y a tus pies se ha derrumbado,
completamente vencido a tus manos entregado.
Suplica como un mendigo un poco de tu calor,
se arriesga a cualquier castigo para robarte tu amor.