Con el alma ensangrentada busca el olvido en el llanto,
en la noche desolada que la cubre con su manto.
Su rostro lágrimas perlan, degollado el corazón,
agonía de una espera vana de pasión.
La mirada perdida, ojos reflejos de sol;
los dedos fríos, sin vida, los labios sin color.
Las manos vacías aguardando acariciar
esa piel que, un día, no pudiron más tocar.
El cuerpo anhelante de unas manos que no están
y la boca amante de una boca del jamás.
Los blancos brillantes dientes sólo quieren morder,
y sentir cómo otros dientes la carne le hacen doler.
La lengua suave, pura, otra lengua quiere hallar.
Las uñas largas, duras, tienen ansias de arañar.
Los brazos están abiertos, como queriendo abrazar
algo que ya no es cierto, un ser que no volverá.
Las piernas vagan sin rumbo, separándose al desear;
horrible deseo oscuro, que jamás se calmará.
Rompiéndose en el silencio, la voz triste y dolorida;
el lastimero lamento del alma que ha sido herida.
La boca que pide y ruega, y no se cansa de rogar
unos besos que no llegan, y que nunca llegarán.
Ardiente deseo en los ojos, mirada llena de dolor;
en los pechos misteriosos los despojos de su amor.
Se pierde en la noche negra llorando al ser amado;
lágrimas que han vuelto piedra los fantasmas del pasado.
Sus lágrimas se han secado y ya no puede llorar;
allí donde había amado, ahora sólo puede odiar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario