Aníbal era considerado un excelente ciclista pero, siempre había salido segundo, jamás había sido honrado en el privilegiado primer lugar y su orgullo estaba deshecho. Necesitaba ganar.
Próximo a una nueva carrera y con la moral hecha trizas, comenzó su entrenamiento y preparación física. Se reventaba entrenando diez horas diarias y a veces más... Pero, el día de la competición volvió a salir en segundo término.
Aparte de estar hecho una piltrafa psíquicamente, Aníbal se encontraba ahora ante la presión de sus patrocinadores, quienes amenazaban con retirar su apoyo financiero ante una nueva derrota. Y, aunque el dinero no significaba nada para él, pues poseía lo suficiente como para financiar él mismo su propia competición, lo enfermaba su lastimado ego.
Alentado por la soberbia y la envidia, comenzó a entrenarse más duramente que nunca. Una tarde, decidió dedicarse a observar a sus competidores, no con buenas intenciones, obviamente. Pero, al notar sus elevadas técnicas y la superación física, Aníbal, a sus cuarenta años supo adivinar su inminente fracaso. En su desesperación, tuvo una loca idea. Abandonó por completo su entrenamiento y, en cambio, pasó su tiempo inmiscuido en los trabajos de su padre. Este era un consagrado científico, dedicado a la ingeniería genética. Indagando, cual espía enemigo, en los expedientes de su padre, consiguió apropiarse de los datos de un colega y ex compañero suyo de trabajo, a quien fue a ver en secreto.
Aníbal pagó un millón de dólares a ese individuo para que fabricase un exacto clon suyo, cosa que el inescrupuloso investigador aceptó incondicionalmente.
Y el clon fue creado y preparado para la competición. Aníbal contemplaba extasiado el rendimiento físico de su clon; éste no sólo era incasable, sino que además, podía desarrollar velocidades insuperables.
Llegó el día de la carrera y el clon ocupó su lugar.
Por supuesto, Aníbal-clon ganó la carrera.
Los participantes que habían salido en segundo y tercer lugar ya se hallaban en el podio. Aníbal comenzó a andar exultante hacia el mismo... hacia su primer lugar! Pero a los pocos pasos se detuvo, miró hacia la pista y vio con espanto que el clon continuaba corriendo alrededor de su circunferencia.
Aníbal-clon, incansable proseguía dando vueltas y vueltas, desarrollando una velocidad cada vez mayor. Muchos corrieron hacia él haciéndole señas, intentando detenerlo inútilmente.
Mientras tanto y desde lejos, Aníbal observaba todo y buscaba desesperadamente con su mirada al creador del clon, que había desaparecido.
Desde luego, Aníbal fue descalificado y, no se supo más de él. A la vez, automáticamente el velódromo fue clausurado... por reparaciones, dijeron.
Nunca se dio a conocer bien lo sucedido. La noticia fue tapada como todo lo que resulta inconveniente que trascienda.
El velódromo sigue clausurado, aunque nadie sabe la razón. Sin embargo, existe una leyenda urbana que cuenta que hay un ciclista loco montado en una bicicleta voladora, dando vueltas al circuito y que mata a todo aquel que intente detenerlo...
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