Pete y Ron eran camioneros y desocupados, no lograban conseguir un trabajo efectivo y vivían como podían de las changas que aparecían de vez en cuando. Eran amigos en su vida privada pero, cuando de trabajo y dinero se trataba, se transformaban en enemigos encarnizados. Esto no era un problema para ellos puesto que así estaban acostumbrados, además les fascinaba competir, se divertían mucho y ambos eran adictos a la adrenalina.
Esa tarde, habían ido juntos por trabajo a una empresa y habían conseguido sendas cargas a transportar. La empresa tenía una curiosa costumbre: Hacía competir a los aspirantes a un puesto de trabajo... Obviamente, a Pete y Ron les venía como anillo al dedo y aceptaron las reglas sin problema alguno. Las condiciones impuestas por la empresa eran simples: Los conductores, bajo ningún concepto, debían saber qué era lo que transportaban y uno de ellos debía respetar la puntualidad. El resultado también era sencillo: El ganador obtendría el puesto de trabajo y doble paga.
A ellos les importaba un comino lo que transportaran, sus únicas preocupaciones eran idear trampas para tenderse mutuamente en el camino.
Partieron a la mañana bien temprano; el trayecto que debían recorrer iba a ser bastante largo y agotador.
A los pocos kilómetros, el camión de Ron se detuvo; Pete lo había manipulado la noche anterior. Maldiciendo por lo bajo, Ron caminó hasta una próxima cabina telefónica y solicitó un remolque. Cuando el vehículo estuvo reparado, reanudó la marcha a toda velocidad. A las pocas horas, divisó el camión de Pete que iba lentamente perdiendo velocidad. Lo pasó tocando bocina y saludándolo sarcásticamente.
Pete vio que el tablero le indicaba falta de combustible, aunque él había llenado el tanque antes de salir. Se apeó y controló el recipiente de nafta, estaba vacío y con un considerable orificio en uno de sus lados. Insultó a Ron para sus adentros y comenzó a caminar. Al llegar a un teléfono público descubrió que los cables habían sido cortados. Farfullando obcenidades, comenzó a andar hasta la estación de servicio más cercana, la cual se hallaba a unos tres o cuatro kilómetros de distancia. Finalmente arribó, su camión fue remolcado y arreglado, y Pete pudo retomar el camino, aunque con resignación. Daba por perdido el puesto ya que Ron le había sacado varias horas de ventaja pero, por lo menos cobraría su paga. Grande fue su sorpresa al divisarlo en la ruta a la vuelta de una curva yendo demasiado despacio. Ron debía tener problemas, de lo contrario ya hubiera arribado a destino; problemas que esta vez él no había causado.
Pete rebajó la velocidad, poniéndose a la par de aquél, con el fin de indagar qué ocurría. Lo que Pete no imaginó fue que, su amigo lo había estado esperando. Ron comenzó a chocarlo con el costado de su camión, intentando sacarlo del camino, que era de montaña y sobre la izquierda lo bordeaba un abrupto y profundo precipicio. Pete se defendió igualmente de las oscuras intenciones de Ron; ambos anduvieron, golpeando con violencia sus vehículos a una velocidad increíble. Ya estaban cerca del lugar de destino, cuando ambos camiones desbarrancaron, yendo a parar al fondo del abismo. Sendas máquinas se destruyeron totalmente y explotaron incendiándose; los dos conductores perecieron, chamuscados en el siniestro.
El matrimonio Simple, con su pequeño hijo, viajaban rumbo al pequeño y aislado pueblo del oeste en donde habitaban los padres de la señora Simple. Al arribar a la granja, contemplaron con asombro que ésta se hallaba desierta; convertida en un desierto: Sin plantas, sin huerta, sin animales, sin moradores...
Recorrieron el pueblo con el fin de indagar el paradero de los padres de la preocupada señora Simple. La preocupación, ahora sumada al miedo, embargaba a ambos esposos al observar que el pueblo entero era un inhóspito desierto.
Regresaron a su hogar, no sin antes hacer la correspondiente denuncia por desaparición... de un pueblo.
El despacho del inspector Clever estaba rebozante de denuncias sobre desapariciones de personas y, platos voladores de por medio, informes respecto a cierta zona convertida súbitamente en un desierto. No había tenido más remedio que dar parte a los federales y éstos a su vez, habían pasado el parte a inteligencia del ejército.
El coronel Lie estaba al borde del colapso, entre las desapariciones, los ovnis, la maldita ecología zonal y que los parió! Su mayor problema eran los dos prototipos secretos desaparecidos hacía unos días; dos bombas desintegrantes experimentales reportadas como perdidas en ruta. Aún no había recibido reporte alguno de la brigada que había asignado a la investigación, que comenzaría en la empresa contratada para su transporte.
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2 comentarios:
Hola Malena...te he conocido porque he visto tu comentario en yerman de luxe....me gustaría leerte pero tu letra es tan chiquita con el agravante del fondo oscuro que corro peligro de hacer daño a la vista...no lo tomes por una critica, al revés me gustaría leerte pero el tamaño de la letra no me lo permite.
Un abrazo
Tere Marin
Para Tere:
Cumplido a medias... :)) Sorry, pero me gusta la letra chiquitiiiiita! Hace al diseño un efecto especial que no sé cómo explicar, cosas de nerd... Besos.
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