Death

Death

martes, 27 de mayo de 2008

Rescate Inesperado

Marcos estaba furioso. Por tercera vez en el día había discutido con Blanca. Jamás llegaría a entenderse con esta mujer, ya ni siquiera recordaba por qué se había casado con ella. Maldecía la hora en que la había elegido para formar un hogar. Su hogar... Ja! Todos sus estúpidos sueños desvanecidos. Sólo le conformaba pensar que él había hecho lo imposible para que funcionara. Lo imposible por conformar a esta endemoniada mujer.
Por ella había abandonado su burocrático trabajo de oficina para abrir una agencia de publicidad. De acuerdo, la agencia había prosperado hasta transformarse en una de las más exitosas, pero él añoraba su tranquilo escritorio soleado por las mañanas.
Se habían mudado a la costa para que ella pudiese haraganear todo el día dorando su piel en la playa. Había modificado su atuendo, su estilo de vida y, casi hasta su forma de ser! Todo para no desentonar con ella y sus insoporables amistades, a las que debía soportar pululando a cualquier hora por la casa. Su casa!
Y, en el colmo de su idiotez, había invertido hasta el último centavo de sus ahorros en ese ostentoso yate; sólo para pasear a su gente (la de ella) y celebrar orgiásticos bacanales que, él en el fondo odiaba.
Nada parecía suficiente para Blanca, sus exigencias eran cada vez más extravagantes y no aceptaba un no por respuesta.
Pero, esta vez su esposa había colmado su paciencia, le había gritado e insultado en frente de sus amigotes. Sin pronunciar palabra, Marcos se había retirado pues la ira subía por sus manos deseando estrangularla.
Ahora caminaba cansinamente por la playa sin saber qué hacer. Quería darle un escarmiento a su mujer. Sus pasos, sin querer lo llevaron hasta el muelle. Subió al yate y soltó amarras. Partió sin rumbo fijo y navegó en un mar calmo y placentero, embuyéndose de paz en el atardecer. Cuando sólo vio agua a su alrededor, detuvo los motores y levó velas, dejando vogar libre a la embarcación.
Se tiró sobre la cubierta de popa, tomando ávidamente los rayos del sol poniente. Se quedó dormido.
Lo despertó el fragor de la tormenta; era noche y la oscuridad total. Llovía torrencialmente; el líquido elemento castigaba con furia la débil embarcación, arreciando desde arriba y fustigando desde abajo. El viento huracanado, sin darle tiempo a nada, destrozó las velas; el barco comenzó a desmoronarse. Marcos, empapado y tiritando de frío, bajó a la cabina e intentó encender los motores; la energía estaba muerta. A oscuras y a la deriva, Marcos comenzó a sentir miedo. Intentó pedir ayuda por radio pero, sus maydays quedaron flotando en el vacío, no funcionaba. De pronto vio que una enorme roca se le venía encima, timoneó para esquivarla; tarde, el velero se deshizo contra el inoportuno escollo y Marcos cayó dentro de la furia del mar.
Abrió lo ojos y un gratificante sol lo saludó. Contempló el panorama que lo rodeaba; sólo agua. Estaba tirado sobre la mísera roca que había provocado su naufragio. Mirando su cuerpo maltrecho, sonrió tontamente mientras recordaba chistes malos sobre náufragos e islas. Pronto volvió a dormirse rendido.
Caía nuevamente la noche, Marcos pensaba en la locura previa a la muerte, cuando pudo divisar una embarcación acercándose. Aún creyendo que era un espejismo, Marcos comenzó a hacer señales frenéticas y, el barco continuaba acercándose. Había algo extraño en él y Marcos no alcanzaba a descubrir qué.
La embarcación se detuvo a unos metros y Marcos, sin pensarlo dos veces, se tiró y nadó torpemente hasta la escalerilla colgante. La nave retomó su ruta con él a bordo.
Marcos comenzó a recorrer la embarcación que era bastante grande. Ahora que lo pensaba, era antigua, similar a una fragata y, todo parecía indicar que estaba vacía.
_ Eso era lo extraño!_ pensó Marcos.
Se paró frente al timón de proa, tomándolo fuertemente entre sus manos soñó con ser el capitán de un barco pirata. Estaba tan emocionado, tan metido dentro de su imaginaria aventura, que ni cuenta se dio cuando un cosquilleo comenzó a subir por sus miembros; de pronto, no podía moverse.
_ El frío y la humedad han entumecido mis músculos, tal vez sufro una parálisis momentánea... _ pensó, tratando de mantener la calma.
Sin embargo, una voz interior le refutaba esa idea...

Los marinos y pescadores de la zona ya estaban acostumbrados a las eventuales apariciones del Bergantín Errante pero, esta vez quedaron pasmados al verlo aparecer comandado por su estático capitán.

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